|mayo, 2016 | Opinion | No hay comentarios
“El Machete sirve para cortar caña, para abrir las veredas en los bosques umbríos, decapitar culebras, tronchar toda cizaña, y humillar la soberbia de los impíos ricos”
Es urgente encarar la lucha contra el reformismo como una tarea central de los comunistas
No es posible utilizar el Estado burgués funcionando al servicio de los trabajadores. Los trabajadores deben levantar su propio Estado por la vía revolucionaria.
Por Catarina Casanova
I Eurocomunismo, o la capitulación de los ideales
“Si no es para mofarse del sentido común y de la historia, claro está que no puede hablarse de “democracia pura” mientras existan diferentes clases, y sólo puede hablarse de democracia de clase.(Digamos entre paréntesis que “democracia pura” es, no sólo una frase de ignorante, que no comprende ni la lucha de clases ni la esencia del Estado, sino una frase completamente vacía, porque en la sociedad comunista la democracia, modificándose y convirtiéndose en costumbre, se extinguirá, pero nunca será democracia “pura”.)
La “democracia pura” es un embuste de liberal que embauca a los obreros. La historia conoce la democracia burguesa, que reemplaza al feudalismo, y la democracia proletaria, que sustituye a la burguesa.”
(Lenine 1918, en “A Revolução Proletária e o Renegado Kautsky”)
Obras Escolhidas em Três Tomos, 1977, Edições Avante! – Lisboa, Edições Progresso – Moscovo
“Por ejemplo, en la revolución de 1917, cuando la cuestión de la significación y del papel del Estado se planteó precisamente en toda su magnitud, en el terreno práctico, como una cuestión de acción inmediata, y además de acción de masas, todos los socialrevolucionarios y todos los mencheviques cayeron, de pronto y por entero, en la teoría pequeñoburguesa de la “conciliación” de las clases “por el Estado”. Hay innumerables resoluciones y artículos de los políticos de estos dos partidos saturados de esta teoría mezquina y filistea de la “conciliación”. Que el Estado es el órgano de dominación de una determinada clase, la cual no puede conciliarse con su antípoda (con la clase contrapuesta a ella), es algo que esta democracia pequeñoburguesa no podrá jamás comprender, La actitud ante el Estado es uno de los síntomas más patentes de que nuestros socialrevolucionarios y mencheviques no son en manera alguna socialistas (lo que nosotros, los bolcheviques, siempre hemos demostrado), sino demócratas pequeñoburgueses con una fraseología casi socialista.”
(Lenine, 1917 en “O Estado e a Revolução”)
Es en diciembre de 1968, en la ciudad de Champigny, cuando el Partido Comunista Francés (PCF) oficializa un programa (Manifiesto de Champigny) que ve al socialismo como un sistema resultante de la democracia burguesa, fruto de sucesivas y continuas reformas.
El texto admite que existe una especie de continuidad entre estos dos tipos de sistema: de reforma en reforma, siempre que la correlación de fuerzas sea favorable al trabajo, los trabajadores y la clase obrera irán avanzando rumbo al socialismo.
Refieren los “comunistas” franceses que irá quedando atrás progresiva y gradualmente la dictadura del capital. Se pasará del sistema capitalista al socialista con acciones de masas que pura y simplemente van a “limitar progresiva y sistemáticamente las empresas monopolistas en la economía nacional y debilitar al capitalismo monopolista de Estado en sus medios económicos y financieros”, que los monopolios van a ser obligados a “ceder sus posiciones” – porque no van a contrariar la voluntad popular- abriendo así la “vía del socialismo”. Defienden que “aislando a la gran burguesía, apoyándose en la colaboración política de los partidos democráticos” los trabajadores llegaran al sistema socialista. Y los “comunistas” franceses sustentan todo ese edificio “teórico” en la tesis de que la democracia es un valor universal haciendo tabula rasa de todas las enseñanzas marxistas-leninistas sobre lo que es la democracia.
El manifiesto de Champigny concluye, así, sobre la posibilidad de unarendición de la burguesía sin lucha y sin recurrir a la fuerza. No sería necesaria ninguna Revolución. Pacíficamente, el capitalismo se iría transformando en socialismo por la acción de masas de los “partidos democráticos” dentro del cuadro legal.
¿Sin embargo, cual es la naturaleza de clase de las estructuras políticas que van a asegurar el dominio de la clase obrera y de los trabajadores y que antes aseguraban la defensa de los intereses del capital?
El manifiesto de Champigny pasa como un bulldozer pasa por encima de la naturaleza de clase del Estado, como si la democracia no fuese siempre la forma en que una clase dominante ejerce el poder sobre la clase dominada.
Por otro lado, el documento intenta tranquilizar a los comunistas al juntar esta capitulación – absolutamente sin ninguna vergüenza- con afirmaciones como el hecho de que el PCF continua siendo marxista-leninista, continua siendo un partido “revolucionario”, de nuevo tipo. Esto es un ejercicio de simulación. La verdad es que éste partido, al defender qué el papel de vanguardia, el papel del partido es “sin substituir a los órganos del Estado, a las instituciones representativas y a las administraciones”, “trazando en cada etapa las perspectivas del desenvolvimiento socialista en los diferentes sectores de la vida económica, social, política y cultural” está negando la función de vanguardia. La vanguardia apunta precisamente a la vía de la Revolución, educa y organiza a los trabajadores para hacerla. Una fuerza política que se limita a señalar “perspectivas de desarrollo” no es una vanguardia: es cuando mucho un departamento de calidad de la democracia burguesa.
En la década siguiente acudimos al trasplante de ésta indigencia ideológica a la gran mayoría de los partidos comunistas de Europa: el PCF, en conjunto con el Partido Comunista Italiano (PCI), y el Partido Comunista de España (PCE), defienden abiertamente aquello que es conocido como el eurocomunismo. Los secretarios generales de estos partidos (Marchais, Santiago Carrillo y Berlinger) abandonan las posiciones marxistas-leninistas, sus partidos dejan de ser revolucionarios, y defienden inclusive el abandono de la perspectiva revolucionaria transformadora de la sociedad, desmintiéndose del papel del vanguardia de la clase obrera.
Con la derrota del campo socialista en los llamados países del Este, estos partidos dejan de existir en tanto partidos comunistas y pierden su influencia de masas (y electoral). Ahora, aunque ostentando la designación de “comunista” en sus nombres, su discurso y su práctica es la de traidores de clase.
Esos partidos continuaron andando caminos revisionistas: renunciaron a la perspectiva marxista del Estado en tanto dictadura de la burguesía, traicionaron la visión leninista del partido de nuevo tipo, y el PCF llegó al punto de defender la “economía social de mercado”, en el ámbito de su participación (destacada, como la de los otros partidos eurocomunistas) en la organización abiertamente reformista que es el Partido de la Izquierda Europea –además Pierre Laurent, secretario general del PCF, preside esa organización.
Hace mucho que estos partidos no son comunistas, recientemente en 2013 el PCF abandonó la simbología común a los partidos comunistas (la hoz y el martillo). En tanto el PCE que votó por recortes salariales en Andalucía, y el Partido de la Refundación Comunista (de Italia) que hizo en 2014, la campaña electoral “Otra Europa con Tsipras”, están muy lejos de los tiempos en qué, con las armas en la mano combatieron a las dictaduras fascistas de Mussolini y de Franco. El PCF, que al final de la Segunda Guerra Mundial era conocido como el “Partido de los fusilados” (no solo por luchar contra el nazi-fascismo, sino también contra el gobierno colaboracionista de Vichy) se transformó en el partido de la capitulación sin vergüenza al servicio de la burguesía. Es esencial entender cómo se llegó a eso.
II EUROCOMUNISMO Y REFORMISMO
“El carácter relativamente ‘pacifico’ del período comprendido entre 1871 y 1914 ha alimentado el oportunismo, primero como estado de ánimo, luego como tendencia y, finalmente, como grupo o sector de burocracia obrera y compañeros de ruta pequeñoburgueses. Sólo pudieron tales elementos subordinar el movimiento obrero reconociendo de palabra los objetivos revolucionarios y la táctica revolucionaria. Solo pudieron conquistar la confianza de las masas jurando que todo el trabajo ‘pacifico’ no era sino una preparación para la revolución proletaria. Esa contradicción era un tumor que alguna vez había de reventar y ha reventado. Ahora toda la cuestión consiste en decidir si, como hacen Kautsky y Cía., hay que intentar introducir nuevamente ese pus en el organismo, en aras de la ‘unificación’ (con la pus), o si, para contribuir a la completa curación del organismo del movimiento obrero, es menester eliminar esa pus del modo más rápido y cuidadoso, aunque este proceso produzca temporalmente agudo dolor.”
(Lenine, 1916 in O Oportunismo e a Falência da II Internacional, publicação original na Revista Vorbote, nº1.)
“El derrocamiento de la dominación de la burguesía sólo puede llevarlo a cabo el proletariado, como clase especial cuyas condiciones económicas de existencia le preparan para ese derrocamiento y le dan la posibilidad y la fuerza de efectuarlo. Mientras la burguesía desune y dispersa a los campesinos y a todas las capas pequeñoburguesas, cohesiona, une y organiza al proletariado. Sólo el proletariado — en virtud de su papel económico en la gran producción — es capaz de ser el jefe de todas las masas trabajadoras y explotadas, a quienes con frecuencia la burguesía explota, esclaviza y oprime no menos, sino más que a los proletarios, pero que no son capaces de luchar por su cuenta para alcanzar su propia emancipación
La doctrina de la lucha de clases, aplicada por Marx a la cuestión del Estado y de la revolución socialista, conduce necesariamente al reconocimiento de la dominación política del proletariado, de su dictadura, es decir, de un Poder no compartido con nadie y apoyado directamente en la fuerza armada de las masas. El derrocamiento dela burguesía sólo puede realizarse mediante la transformación del proletariado en clase dominante, capaz de aplastar la resistencia inevitable y desesperada de la burguesía y de organizar para el nuevo régimen económico.”
(Lenine, 1918 en O Estado e a Revolução. Obras Escolhidas de Lenine, Edição em Português da Editorial Avante, 1977, T2: pp 219-305; traduzido das O. Completas de Lenine 5a Ed. Russo, t.33: pp 1-120)
Puede parecer extraño que los partidos nacidos de la ruptura revolucionaria con la II Internacional (cómo el PCF, el PCI o el PCE), vengan a repetir con semejanzas evidentes lo que de peor hubo en los partidos socialdemócratas: democratísimo, conciliación de clases, cretinismo parlamentario, todo fue repetido. El resultado de tales repeticiones es una consecuencia natural de causas idénticas.
Murieron en la lucha contra el nazi-fascismo, de las barricadas de Barcelona a las montañas del norte de Italia, millares de militantes comunistas, contra el capitalismo. El capitalismo, sea en putrefacción (nazi-fascismo) o no, es siempre capitalismo, aún y cuando de migajas al proletariado como en los regímenes de fachada seudodemocratica con parlamentos burgueses, sufragio universal, pero donde en verdad, el capital y sus representantes políticos están siempre en ventaja. Además, por si acaso los comunistas llegaran al poder de acuerdo con las reglas burguesas, el capital rápidamente encuentra formas de quebrar las reglas por él dictadas (véase el caso de Chile). Los comunistas jamás luchan por el capitalismo, sin importar que formato tenga éste. Luchan siempre teniendo como perspectiva la Revolución socialista. Por lo tanto, importa recordar que estos millares de comunistas murieron por el fin de la sociedad de explotación y de la opresión, por el socialismo, por el comunismo. No fue por la democracia burguesa que Gramsci o Arthur Dallidet murieron. No fue por eso que millones de comunistas dieron la vida contra el nazi-fascismo.
Después de la Segunda Guerra Mundial surge la idea peregrina de que la democracia es un régimen neutro en lo que toca a la naturaleza de clase (Una tesis kaustkiana desmentida por Lenin 30 años antes en la Revolución proletaria y el renegado Kautsky). El aparato de Estado democrático podría ser utilizado, independientemente de las relaciones de producción, tanto por el proletariado para alcanzar el socialismo, tanto por la burguesía para profundizar el capitalismo. Como consecuencia de esto, la preparación y el desarrollo de la lucha revolucionaria se volvía innecesaria: la tarea de los partidos comunistas pasaba a ser en el plano sindical la de discutir y negociar reformas (bastante próximas de del Programa de Transición de Trotsky) y en el plano político, como escribe Stalin[1], a ser máquinas de propaganda electoral y apéndices de un grupo parlamentario.
Así se generó un periodo de varias décadas de paz social disimulada por un discurso que utilizó y utiliza todos los conceptos teóricos: “marxismo-leninismo”, partido “revolucionario”, la importancia de la “lucha de clases”, pero que en el fondo, es marcado por prácticas reformistas, de la que es claro ejemplo el Manifiesto de Champigny en que la práctica coincide con el discurso. Esta degeneración alcanzó el punto máximo cuando, rebasando el plano nacional, se materializó en la tesis de la refundación del proyecto europeo por medios democráticos y pacíficos, elemento programático central del Partido de la Izquierda Europea –donde caben fuerzas que van desde el PCE, RC de Italia, hasta Syriza y el Bloque de izquierda de Portugal- y que es caracterizado por la Resolución Política del XIX Congreso del Partido Comunista Portugués[2] (PCP) como estructura de naturaleza “supranacional y reformista” que “no solo no contribuye para la unidad y cooperación de las fuerzas comunistas y progresistas de Europa, sino que introduce nuevos factores de división, separación e incomprensión, que dificultan avances en la cooperación y solidaridad entre las fuerzas comunistas y de izquierda en Europa”.
En la contemporaneidad, el eurocomunismo y el Partido de la Izquierda Europea, son los responsables máximos de la claudicación ideológica, contribuyendo escandalosa y conscientemente para el atraso de la concientización de las masas al encaminarlas a callejones sin salida.
Es urgente encarar la lucha contra el reformismo como una tarea central de los comunistas. Sobre todo cuando las experiencias gubernamentales hechas teniendo el programa de estos partidos como base –véase el caso de Syriza- se mostraron en todo iguales a los de los partidos burgueses: alianzas con el sionismo, deportación de refugiados, encarcelamiento de sindicalistas, represión de las manifestaciones y aplicación de los memorándums de la troika.
No es posible utilizar el Estado burgués funcionando al servicio de los trabajadores. Los trabajadores deben levantar su propio Estado por la vía revolucionaria.
“Manifesto do PCF”
Traducción del área internacional del PCM.
[1] Significa que los partidos de la II Internacional son inservibles para la lucha revolucionaria del proletariado, que no son partidos combativos del proletariado y que conduzcan a los obreros al Poder, sino máquinas electorales, apropiadas para las elecciones al parlamento y para la lucha parlamentaria.
(Stalin, 1924 en Sobre os Fundamentos do Leninismo, Jornal Pravda,. 96, 97, 103, 105, 107, 108 e 111, respectivamente en 26 y 30 de Abril y del 9, 11, 14, 15 y 18 de Mayo. El PCP publicó una edición clandestina de esta obra durante la dictadura de Salazar)