miércoles, 11 de septiembre de 2013

(EL Capitalismo, pobreza y delincuencia;CAPITALISMO EN CRISIS CONTRA LA HUMANIDAD EN NUEVA REBELDÍA.-Alfredo Pierre, Tiro Al Blanco

El empobrecimiento de seres humanos y territorios se intensifica y expande, mientras la gansterización del sistema crece tanto como su capacidad de simulación. Estos males se tornan crónicos. Las sociedades no son pobres de por sí: las empobrecen los que se enriquecen explotándolas, saqueándolas, envenenándolas, enfermándolas, enajenándolas y negándoles derechos vitales. Los empobrecidos, material y espiritualmente, que optan por la delincuencia como medio de vida, no lo hacen porque quieran hacerlo, sino por necesidad de sobrevivir, por efectos de la cultura dominante y negación de valores educativos. El capitalismo neoliberal ha llevado esto a un extremo dramático: precarizando el salario, privatizando servicios sociales, reduciendo extraordinariamente el empleo estable, multiplicando el “buhonerismo” y el “chiripeo” (“economía informal”), y expulsando del consumo a miles de millones de seres humanos. La cuarta ola tecnológica (microelectrónica, informática, robótica, ingeniería genética…) ha sido usada por el gran capital para suprimir masivamente el trabajo remunerado, multiplicar ganancias, empobrecer a los/as de abajo y del medio, y potenciar la especulación y las prácticas delincuenciales desde el Estado y las elites sociales. Los ideólogos de la privatización prometieron aumentar la productividad para aumentar riquezas arriba y “derramarlas” hacia abajo; pero ésta se quedaron en el “cohollo” opulento, que solo derrama un empobrecimiento masificado, cada vez mas degradado y descompuesto, amenazante y agresivo en tanto en su seno crecen las prácticas delincuenciales de sobrevivencia, alimentadas por una dominación sistémica violenta y mafiosa, constantemente reproducida y potenciada por los medios masivos de comunicación controlados por el gran capital. Una loca carrera especulativa, la persistente identificación del éxito con el amasamiento de fortunas fabulosas, el disfrute del lujo y el consumismo banal, arropan las elites empresariales, partidocráticas, militares, policiales y tecnocráticas, y contagia la sociedad. El despojo, el crimen, el saqueo -propios del periodo de la acumulación originaria capitalista- reaparecen en dimensiones colosales y con nuevas modalidades. El gangsterismo político, la narco-corrupción, la expansión del lavado de dinero sucio se ejercen tanto desde los Estados y sus instituciones civiles y militares, como desde cúpulas empresariales afines, imbuidas de neo-malthusianismo frente a la masa creciente de pobreza e indigencia creadas por ellas.. Por eso la llaman población “superflua” o “sobrante”, la identifican como sinónimo de delincuencia, le hacen la guerra, la reprimen cruelmente en nombre de la democracia y se empeñan en exterminarla por múltiples vías, comenzando por expulsarla de las áreas visibles aptas para los grandes negocios inmobiliario del mega-capitalismo. Estigmatizar, acosar, atropellar, fusilar, extorsionar… es tarea de policías delincuentes que dicen luchar contra la delincuencia y defender la democracia. Nada más falaz que ese discurso anti-delincuente pronunciado por delincuentes mayores disfrazados de alcaldes, diputados, senadores, presidentes, candidatos, jefes de policías y cuerpos castrenses, grandes empresarios y “emprendedores” de nuevo cuño. La cruzada del gran capital delincuente contra la delincuencia es otra de las grandes falacias de los dominadores. Hablan de acabar con la delincuencia matando a los pobres con balas, bombas, veneno…De hambre, de enfermedades evitables, por falta de atención y medicinas, hacinamiento, insalubridad… No importa. Para ello cualquier método es válido en esta bendecida y financierizada era neoliberal. Se trata de gente para ellos despreciable por “fea”, “mal vestida”, “hedionda”, de “color”. No importa cuantas sean, aun representen la tres cuarta parte de la humanidad o más: a su entender es población “innecesaria” en esta luminosa post modernidad capitalista con su microelectrónica, robótica, informática, biogenética y física quántica, secuestradas por los centros de investigación al servicio del capital y sus ganancias fabulosas. Realmente es población expulsada del empleo, la propiedad, la escolaridad y el consumo. Gente –según su interesada percepción- “resentida” y “peligrosa”, que “envidia a las ricos emprendedores”, que se dedican a robar, matar y afear. Especie animal “delincuente” alejada de toda condición humana. Engendro de Satanás, al que el sistema le ordena consumir sin tener con qué. Jóvenes “culpables” por no conseguir ni trabajo ni escuelas. Niñas y niños de las calles. Ancianos exprimidos por el capital y sin pensiones. Adultos/as, que por carecer de salarios o ingresos fijos con que llevarles comida a sus hijos, deambulan con sus harapos y “cuchitriles”. En fin, al entender de los dominadores, viveros de seres “malvados”, “intrusos”, ocupantes de potenciales paraísos asignados por El Señor para el disfrute de los ricos, para sus negocios inmobiliarios y zonas de esparcimiento. Semilleros de “maldad” condenados al exterminio por la canalla neoliberal vestida de seda y perfumada con esencias exóticas. Canalla que porta licencia para robar costas, riveras de ríos, ensenadas impresionantes, bosques esplendidos, fuentes de agua, minas de oro, uranio, titanio, litio…, puertos, aeropuertos, carreteras, tesoros históricos… Con permiso para atracar, estafar, comprar policías y ejércitos y organizar sus guardias personales y sus acciones punitivas. Con derecho a explotar, a sobre-explotar, a empobrecer, a discriminar, a excluir, a desalojar, a especular… Con la exclusividad del ejercicio de la gran delincuencia: guerras de conquistas, desfalco de fondos públicos, contratos sobrevaluados, mercancías subvaluadas, evasiones de impuestos, tráfico de influencias, comisiones, sobornos mayores, apropiación de recursos naturales ajenos, narco-negocios… Con derecho exclusivo a la impunidad terrenal y a la salvación eterna en el reino del Dios Dinero. Con derecho a exterminar la población para ellos “subnormal” e “innecesaria” que los “intranquiliza” y “amenaza” desde su pobreza y necesidades imperiosas. Don Malthus le quedó chiquitito. Solo que no es verdad que los pueblos habrán de cruzarse de brazos o suicidarse. Por “suerte” la indignación está en marcha y habrá de estallar en mayores dimensiones. Pero mientras, para ellos son válidos todos los absurdos en su ambición de que la sociedad humana funcione a su manera, a favor de su grotesca opulencia y supremacía insolente. El gran capital y sus centros imperialistas sobreviven engordando y actuando contra la humanidad, volcando su crisis crónica y multilateral contra seis millones de seres humanos. Y por senil se ha tornado tozudo, militarizado y agresivo hasta la demencia. Todo el sistema, “zona euro” incluida, infectado por gran crisis en EEUU La “reestructuración”, la “cultura” neoliberal, y la militarización atrapan el capitalismo mundial, mientras en EEUU y en sus áreas de influencias a escala global se agrega el peso creciente de la cultura especulativa de sus grandes bancos de negocio, esto es, la hegemonía del capitalismo financiarizado y la decadencia de la cultura productiva; acompañada de la determinación de conquistar territorios ajenos, ricos en recursos valiosos, por medios militares (Irak, Afganitán, Libia, Irán), junto a sus socios de la OTAN, incluidos sus planes para apropiarse de del patrimonio natural de nuestra América. En Europa el poder de los “bancos de negocio” se ha sentido con tal fuerza, que siendo la firma Goldman Sachs causante y beneficiaria de la crisis griega, portuguesa, italiana…tecnócratas de esa firma encabezan ahora dos gobiernos (Grecia e Italia) y el Banco Central Europeo después de las recientes destituciones en medio de sucesivas crisis de gobernabilidad acompañadas de movilizaciones populares multitudinarias. Ellos pertenecen a la red que Sachs tejió en el Viejo Continente y, en grados diversos, participaron en las más truculentas operaciones ilícitas orquestadas por la institución norteamericana. Además, no son los únicos. Ese poderoso banco de negocios ha extendido su influencia e impuesto sus recetas de Wall Street a Europa, por lo que con cierta razón se afirma “que en la Europa actual el poder es de Goldman Sachs”. Tal repuesta de las elites financieras nos lleva a pesar a futuro próximo en nuevas expresiones de la indignación popular burlada y a un mayor incremento del contenido anticapitalista de las movilizaciones populares. La infección amenaza también el “boon” capitalista de la China Popular, cuya expansión en los mercados estadounidense, europeo y zonas controladas por sendos imperialismos, tiende a ser seriamente afectada por la recesión de las economías centrales del capitalismo mundial; por lo que la emergente potencia asiática ensaya un fuerte vuelco hacia su mercado interno, al tiempo que los ajustes coyunturales desatan la resistencia de su enorme ejército de trabajadores/as asalariados/as sobre-explotados. Habrá que ver si la estructuración de su economía logre alcanzar la velocidad y érjuicios de la crisis mundial. Situaciones similares tienden a presentársele a otras potencias emergentes. El capitalismo sin modelo alterno al neoliberalismo Es evidente, pues, que el capitalismo, el imperialismo de estos tiempos, no dispone de un modelo alterno al neoliberalismo, al dominio del capital financiero, al auge del militarismo y el guerrerrismo como medios de acumulación; a su actual voracidad ecocida, a su consumo dispendioso y a los procesos de gansterización dentro de su propio sistema. Y es que dentro de ese entrampamiento, pese a la decadencia neoliberal - admitida por una parte de sus ideólogos- las cúpulas gobernantes-dominantes se limitan a recurrir al Estado, no para cambiar al modelo que las engorda, sino para salvar el gran capital privado y especialmente los grandes bancos. Por eso sus ideólogos reiteran periódicamente ajustes empobrecedores contra la gran mayoría de los/as trabajadores/as y contra toda la sociedad excluida y los sectores medios situados al margen del poder; al tiempo de disponerse a saquear más intensa y extensamente los recursos naturales, provocando una espiral en el proceso de rebeldías crecientes (con un fuerte componente juvenil y femenino), a la que responde con más represión y neofascismo dentro de un círculo vicioso y viciado. Esto provoca de más en más la deslegitimación de la dominación neoliberal caracterizada por la hegemonía del capital financiero y del cohollo capitalista en general, expresada recientemente con más vigor en el auge de la indignación contra sus símbolos, sus representantes y sus nuevos programas empobrecedores; confirmando entonces –como ha afirmado el investigador marxista argentino y en entrañable amigo, Jorge Beinstein- “el comienzo del fin de la hegemonía cultural del capitalismo”, que abre cauce a las transformaciones revolucionarias. (“COMUNISMO DEL SIGLO XXI” editora El Tapial, Caracas, Venezuela 2010) Todo esto –subraya Beinstein- desde “un sujeto universal anticapitalista en gestación que recupera las memorias populares de formas y convivencias igualitarias y/o solidarias” (Obra citada)). Desde –agrego- una creciente resistencia a la explotación, sobreexplotación y exclusión social, al patriarcado, al racismo, a la xenofobia, a la homofobia, a la dictadura de los adultos y a todas las formas de discriminación; apoyada la nueva alternativa en la idea clave de la construcción de “una economía socialista y de un sistema democrático desde lo comunitario, de un relacionamiento dignificante entre los seres humanos y de una actitud de éstos respetuosa de la Madre Tierra” y reparadora de los graves daños causados a ella por las anteriores formaciones económico-sociales. Esa es la tendencia continental y mundial de estos tiempos, aunque algunos países luzcan temporalmente rezagados; no en cuanto a la crisis integral en expansión, pero si en el orden de las rebeldías multitudinarias necesarias. Mientras es evidente, en sentido general, el déficit total o parcial en los necesarios procesos de conformación de las fuerzas de vanguardias y en las respuestas alternativas definidamente revolucionarias, anticapitalistas y pro-socialistas. La oleada latino-caribeña es reforzada por la “primavera árabe” y la creciente insumisión popular en Europa El imperialismo, en sus versiones estadounidense y europea, “no va en coche”: a las consecuencias adversas para su dominio provocadas por la oleada de cambios latino-caribeña presente en los tres últimos lustros, se le suman la convulsiones sociales en países de Europa Occidental y la denominada “primavera árabe” Ambos fenómenos, estremecedores de los controles imperiales, fueron precedidos de su empantanamiento en Irak y Afganistán y de agudas expresiones de crisis en su estrategia militar de conquista de territorios y riquezas, que no hay que dudar se les presenten en Libia después de romper sus pactos con Gadhafi, recurrir a la grotesca agresión de la OTAN, al genocidio desplegado y a al horrendo asesinato del líder libio. Y más aun si intenta hacer lo mismo en Siria e Irán. Los cambios en Egipto, Túnez, Yemen…derrotadas las respectivas dictaduras pro-estadounidenses, tienen diversos grados de mediatización y avances a consecuencia de los niveles de nacionalismos y/o de infiltración camuflajeada, de los componentes anti o pro-capitalistas, liberales o revolucionarios, y de la correlación de fuerzas dentro del conjunto que ha protagonizado las rebeldías multitudinarias en esos países; con el denominador común de la ausencia de una conducción estratégica de vanguardia y de una red de líderes revolucionarios articuladora de los movimientos sociales de avanzada. De todas maneras lo cierto es que las potencias occidentales, y en particular EEUU, han perdido espacios férreamente controlados durante décadas y, sobre todo, la estabilidad de su dominio en importantes zonas estratégicas; al tiempo que crece la multi-polaridad a escala global junto a nuevas dificultades con potencias como Rusia y China, especialmente en lo relacionado con graves conflictos provocados en las zonas mencionadas. Todo esto con el agravante de la crisis crónica que estremecen sus propios predios centrales, sin perspectiva de superación en el corto plazo y evidentes sus perspectivas de profundización, contagio y extensión a mediano plazo. Un balance actual de la ola de cambios en nuestra América. Nuestra América -desde finales del siglo pasado estremecida por un proceso en el que la dialéctica reformas-contrarreformas, y revolución vs contrarrevolución dominan su convulsionado escenario cargado de nuevas esperanzas y de nuevos riesgos- ya no se encuentra sola en cuanto a expresiones de indignación y rebeldía contra el capitalismo neoliberal, lo que implica un cambio de cantidad y cualidad en los desafíos del presente internacional para las fuerzas que asumimos la certeza de que otro mundo, un mundo solidario, es posible. La cuarta ola transformadora latino-caribeña -contadas éstas desde aquella que inicio en los años cincuenta la revolución cubana (primera revolución popular de orientación socialista en el Hemisferio Occidental)- ha tenido logros y limitaciones, avances y estancamientos, conquistas y reveses en la dialéctica que la caracteriza. Sus componentes más avanzados, con Venezuela en sitial relevante, convergen auspiciosamente con la principal conquista revolucionaria en nuestra América del siglo XX: la revolución cubana; contribuyendo de esa manera a crear procesos de integración y de unidad cualitativamente superiores, conjuntamente con otros más limitados. Las reformas, sustentadas desde gobiernos y poderes con nuevos sujetos sociales y políticos activos (o nuevas fuerzas motrices) en su conducción, han avanzado notablemente frente a las contrarreformas. Entre los países ubicados en el campo progresista (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay, Paraguay, Argentina, Nicaragua, El Salvador…); se sitúan en la delantera autodeterminada Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua… con disímiles situaciones en cuanto a profundidad de las transformaciones y políticas implementadas, conformando junto a Cuba y otros dos países caribeños más, esa extraordinaria conquista que se llama ALBA; sin la que hubiera sido impensable la reciente gestación de la Confederación de Naciones Latinoamericanas y Caribeña (CELAC) como alternativa moderada a la funesta OEA. Igual, con marcados desniveles, ha avanzado la autodeterminación frente a la dependencia y la abyección, armónica casi siempre con la actitud más o menos reformadoras y anti-neoliberal, registrándose mayores avances en los países que han refundado su orden constitucional-institucional a través de procesos constituyentes participativos (Venezuela, Ecuador, Bolivia) o que vienen de una reciente experiencia revolucionaria antiimperialista (Nicaragua); y más radical el independentismo en los que expresan vocación revolucionaria aun en el marco de procesos reformadores, no simplemente reformistas (Venezuela y Bolivia son casos más señeros). Reformas estructurales de profundidad (que no simplemente reformismo liberal, social-reformismo, redistribución de ingresos y programas contra la pobreza de mayor o menor alcance y autodeterminación moderada mezclada con subordinaciones más o menos graves), casi siempre están ausentes en países que no han alterado significativamente las camisas de fuerza institucionales del viejo orden y los impactos anteriores del neoliberalismo duro, sobre todo en cuanto a las privatizaciones y ciertas desregulaciones perjudiciales (casos como el de Uruguay, Paraguay, Argentina, El Salvador, Perú). Los casos de Paraguay, Perú y El Salvador registran sostenidos, aunque desiguales, corrimientos hacia la derecha y respecto a la dependencia de EEUU, tornándose cada vez más grave en El Salvador y Perú. Brasil y Argentina son relevantes dentro de ese bloque moderado en materia de autodeterminación y políticas sociales, por su fortaleza económica bien administrada; agregando a Brasil su condición de potencia capitalista emergente con evidente vocación imperial continental, alianzas con potencias similares en el mundo y manejos combinados de independencia y pactos negociados con los imperialismos europeo y estadounidense. En el campo de la hegemonía neoliberal dura, la subordinación esencial a EEUU, la corrupción y narcocorrupción rampantes, la dominación de la oligarquía capitalista, el autoritarismo y la represión –también con peculiaridades, manejos diferenciados y contrastes pronunciados- se sitúan los regímenes de México, Guatemala, Honduras, Panamá, Chile, República Dominicana, Puerto Rico (al que se agrega su prolongado estatus colonial), Haití, Jamaica y otros países caribeños… .Entre ellos se destacan los casos de Colombia, Honduras (post golpe) y Haití (este último intervenido y desbastado con complicidades imperialistas y latinoamericanas ominosas, y excepciones honrosas como son la generosa solidaridad venezolana, cubana y ecuatoriana sin comprometerse con la intervención). Los Estados o Gobernaciones de esos tres países se han convertido en verdaderos engendros de la recolonización, la narco-corrupción, la intervención gringa y el terrorismo de Estado; lamentablemente no enfrentados debidamente por una parte de la fuerzas gobernantes de las naciones avanzados del continente y de las izquierdas social-reformistas, algunas de las cuales ayudan paradójicamente a meter a Colombia y Honduras en la profundidad del hueco, así como a reforzar y legalizar la intervención imperialista en Haití, debilitando la solidaridad para con las heroicas luchas de sus pueblos, que en casos como el hondureño y el colombiano, despliegan un presente de combates ejemplares. Respecto al régimen de Colombia, incluidas las administraciones de los presidentes Álvaro Uribe y Manuel Santos, hay que agregar su rol de peón exportador de la política de contrarreforma y contrarrevolución estadounidense e israelí, de su experiencia paramilitar, de su guerra sucia, su dinero sucio y su horrenda vocación criminal hacia los países más cercanos de Suramérica, Centroamérica y el Caribe, en mayor escala cuando encuentra receptividad de sus gobierno como sucede en Honduras, Haití y República Dominicana.- Perú formó parte de ese grupo de países bajo dominaciones execrables hasta la victoria electoral de Ollanta Humala, reveladora de las ansias de cambio del pueblo peruano que se ilusionó con su mensaje nacionalista y reformador, corriéndose primero moderadamente y efímeramente al campo progresista (con grandes vacilaciones) y girando posteriormente y en corto plazo hacia una derechización y una dependencia que rayan en la traición. Es claro que en la vertiente reformas vs contrarreformas de la nueva oleada de cambios continentales los avances de las primera son tan notables que han cambiado el mapa político latino-caribeño en detrimento del viejo dominio oligárquico-imperialista y de la nefasta hegemonía neoliberal, a favor de procesos reformadores (algunos con vocación antiimperialista y revolucionaria) o de regímenes reformistas (con moderados posicionamientos independientes). En una gran parte de los casos puede apreciarse la presencia determinante de nuevos sujetos políticos y sociales en función de Estados, unos con las viejas instituciones casi intactas y otras con nuevas instituciones entremezcladas con viejas. Diversas son las correlaciones de fuerzas en lo relativo a los llamados poderes temporales y permanentes de sus respectivos Estados y sociedades, y disímiles sus direcciones políticas, partidos y movimientos en las gestión de los cambios y avances. Esa realidad ofrece como resultado inconcluso un balance precario en lo relativo a la dialéctica a favor de las revoluciones de orientación socialista dentro de la oleada de cambios descrita. La transiciones en procesos que proclamaron su vocación revolucionaria, que se definieron como revoluciones de nuevo tipo o que incluso proclamaron el camino de un socialismo renovado y adecuado al presente siglo (Venezuela, Bolivia, Ecuador…) –aun con sus trascendentes logros sociales, ensayos de participación comunitaria, conquistas democráticas, avances en el desmonte del neoliberalismo y recuperación de soberanía; aun con sus certeras críticas y puntuales acciones contra sectores del gran capital imperialista y local- no han logrado avanzar significativamente hacia la abolición del gran capital privado, ni hacia la socialización de lo privado, ni de la de parte estatizada; menos aun hacia la socialización del poder en términos integrales. Cuba: parte y excepción En este tinglado continental Cuba representa la revolución de orientación socialista del pasado siglo, considerablemente estatizada, no abatida ni por el cruel y devastador bloqueo gringo, ni por los estragos económicos de la desintegración de la URSS. Su sobrevivencia tiene mucho de hazaña después de “des-merengado” (colapsado) el llamado socialismo real euro-oriental, la subsiguiente restauración capitalista en esa parte del planeta y el avance de reformas pro-capitalistas en los modelos asiáticos dirigidos por sus respectivos Partidos Comunistas. Admitida la crisis de su modelo predominantemente estatista, evidente su prolongado estancamiento y los riesgos de su continuidad, la revolución cubana ha entrado en una contradictoria fase de lenta movilidad; debatiéndose a lo interno entre socializar o privatizar lo estatal (como propiedad o como usufructo), entre conservar o no una alta proporción de propiedad estatal, entre eficientizar la gestión estatal centralizada o avanzar hacia la autogestión y la cogestión obrero-popular. Desde fuera está la amenaza permanente de la nefasta contrarrevolución imperialista y gusana, encubierta tras demandas de liberalización política, economía de mercado, libre comercio, iniciativa y propiedad privada; acompañada de planes de desestabilización y de agresión militar. Si en Cuba es una virtud la resistencia a las reformas políticas de corte liberal y neo-liberal, no lo es a la necesaria socialización-democratización de la economía y del poder como vía destinada a evitar procesos de privatización que le abran espacio al capitalismo como ocurre en las referidas experiencias asiáticas. Así las cosas, mientras una parte de los pueblos de nuestra América tienen el reto de derrotar a las derechas en el poder y desmontar la recolonización neoliberal, y otros la de completar avances hacia modelos post-neoliberales y transitar de procesos reformadores y reformistas a transiciones revolucionarias de orientación socialista; el pueblo cubano y sus sectores de vanguardia tienen –además de derrotar el bloqueo y los planes de agresión imperialistas- el desafío de transitar del modelo estatista y la autodeterminación conquistada al nuevo socialismo y a la sociedad comunista dentro de las especificidades de ese hermano país.. Procesos todos que confluyen hacia la gran meta de una Patria Grande liberada y socialista, en tránsito hacia el comunismo del siglo XXI. Responsabilidades ineludibles En todos estos procesos-desafíos, los déficits en las definiciones o en la ejecución de estrategia innovadoras hacia el socialismo, modelos actualizados de transición revolucionaria, construcción de poder popular, conformación de vanguardias de nuevo tipo, rol de las fuerzas revolucionarias y de los estados y gobiernos, garantías de des-burocratización, formas progresivas de reducción del poder del Estado a favor del poder de la sociedad, políticas de seguridad y defensa militar antiimperialista desde el nuevo Estado a implantar o establecido y desde el pueblo, y ejercicio consecuente de un renovado internacionalismo revolucionario, son déficits muy evidente, aunque no uniformes ni idénticos en cada caso. Pasa igual en otras latitudes del planeta a la luz de las nuevas rebeldías sociales contra el statu quo. Resalta -cruzando y causando en cierta medida estos déficits- la cuestión de las ausencias, las precariedades y/o la dispersión de las nuevas vanguardias o fuerzas de conducción de las nuevas revoluciones, aun con presencia o no de liderazgos revolucionarios y con la constante de pueblos -sobretodo pobrecías y juventudes- cada vez más radicalizadas. La oleada ha resultado revolucionaria tanto en lo relativo a la insumisión de los/as de abajo y a la posibilidad de desplazar a los de arriba, pero no en cuanto a la necesaria presencia en esos procesos de pensamientos transformadores coherenciados, de consistentes estrategias revolucionarias socialistas-comunistas, de organizaciones políticas o político-sociales selectivas, cualificadas y articuladoras de las multifacéticas indignaciones y rebeldías de los diversos movimientos y sujetos sociales potencialmente anticapitalistas. Sucede con la “primavera árabe” y en las indignaciones masivas en EEUU Y Europa – con la salvedad de que todavía en esas regiones la mayoría de esas lucha no han cristalizado en gobiernos avanzados, dejando todavía espacios a los recambios de derecha y a las manipulaciones imperialistas- algo parecido a lo acontecido en los tres lustros recientes en el devenir de la oleada transformadora latino-caribeña: son notorias las insuficiencias en organización articuladora y conductoras de la diversidad popular, de las fuerzas del trabajo contra el capital y de los sectores medios insumisos, mas allá de los liderazgos personales y las nuevas fuerzas electorales alternativas. Falta desarrollar a niveles más altos los factores cualitativos, articuladores y conductores de las transiciones revolucionarias y de la construcción de los nuevos poderes a nivel de sociedad y Estado, en tanto conciencia y organización surgidas de las formidables experiencias acumuladas por la humanidad. Están pendientes –en grado y circunstancias variadas- de conformarse las nuevas vanguardias revolucionarias colectivas o fuerzas conductoras para los nuevos procesos de socialización y los nuevos tiempos, junto a sus respectivas direcciones revolucionarias legitimadas democráticamente por bases populares activas. Esto resulta todavía más pertinente si compartimos la aguda reflexión de Jorge Beinstein en su libro “EL COMUNISMO DEL SIGLO XXI” sobre la maduración de la alternativa socialista-comunista, pensada en función del acervo revolucionario anticapitalista de los siglos XIX y XX, puesta al día con las nuevas exigencias del siglo XXI, fraguadas por el desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas e impelida por la crisis actual de la civilización burguesa: “La solución fue aportada por la historia, por el tiempo que terminó por traer la senilidad de capitalismo, es decir, su declinación cultural universal y una gigantesca acumulación universal de experiencias democráticas en los pueblos, sumergido el proletariado en una humanidad plural, rodeando a las potencias centrales pero extendiéndose mas adelante hacia el interior de las mismas como consecuencia de la decadencia del sistema que proletariza porciones crecientes de sus propias poblaciones.” “La decadencia de la mayor civilización que ha conocido la historia humana nos presenta diversos escenarios futuros, alternativos, de autodestrucción y de regeneración, de genocidio y de solidaridad, de desastre ecológico y reconciliación del ser humano con su entorno ambiental. Estamos retomando un viejo debate sobre alternativas interrumpidas por la euforia neoliberal. La crisis rompe el bloqueo y nos permite pensar en el futuro.” “Ese despliegue decadente constituye el caldo de cultivo del post capitalismo. No nos encontramos ante una desviación embrionaria como a los comienzos del siglo XX, en el inicio de la fase de largo ciclo histórico de la expansión imperialista de Occidente, sino ante la gran crisis del capitalismo” “El blindaje burgués (cultural, económico, político, militar,) empieza a mostrar piezas que alinean la esperanza en ofensivas victoriosas de los oprimidos. La insurgencia es históricamente posible porque la compleja articulación global del sistema se deteriora, no solo en su periferia sino también en su espacio central, en el primer mundo.” ……. “En consecuencia, el sujeto universal del anticapitalismo del siglo XXI podría ser pensado ya no como un gigante periférico con cabeza occidentalizada (es decir moderna, autoritaria), sino como una avalancha plural desbordando en la periferia, en el subsuelo del mundo, con ideas propias, desarrollando autonomía y pluralidad. Pero penetrando en los espacios centrales, convergidos con sus nuevos pobres provenientes de las clases bajas y medias, y las masas marginales expandidas por la crisis que promete ser prolongada. “Esta vez no será la radicalización plebeya de la ideología del progreso la que llenará las cabezas de los sublevados, sino una nueva humanidad frente a una civilización que al autodestruirse trata al mismo tiempo de bloquear toda posibilidad de superación (siguiendo los pasos de otros imperios decadentes, entre otros el imperio Romano).” “La senilidad del capitalismo plantea la necesidad histórica del comunismo. “En fin, el socialismo es posible gracias a la acumulación sin precedentes en la historia de experiencias democráticas y participativas en las masas periferia (pero también en las del centro).” Situaciones así no son comunes. Ellas se presentan en determinados periodos históricos y ofrecen oportunidades excepcionales para la fuerzas con vocación transformadora y determinación de ruptura del orden, más bien desorden, dominante. Estamos ante una crisis posiblemente terminal de la civilización burguesa, aunque vale decir que las crisis por si solas no producen revoluciones, aunque éstas formen parte de sus precondiciones. Hay señales de que el capitalismo actual no está en condiciones de salir por ahora de estas crisis, pero si está claro que ella tiende a empeorarse y complicarse, con evidente perspectivas de rebeliones crecientes, por lo insoportables y agobiantes que resultan sus efectos contra la dignidad humana y la vida en el planeta. No hay, por demás, países “blindados” respecto a esa perspectiva, incluidos aquellos cuyos movimientos de resistencia exhiben mayores dificultades para repuntar En tales circunstancias el deber de los marxistas revolucionarios, caamañistas, bolivarianos, martianos, sanmartinianos, tupamaristas, guevaristas, cristianos revolucionarios… de nuestra América, es promover esas justas rebeliones, apoyarlas, participar en ellas, hacerlas crecer y desde ellas construir nuevas fuerzas y propuestas transformadoras-alternativas vía creación de conciencia y organización con capacidad articuladora y conductora. Lenin y los déficits en las luchas presentes Esto así porque también se ha demostrado -antes y ahora- que las indignaciones y las rebeldías, a pesar de su inmenso valor y su carácter imprescindible para abrirle vías a las transformaciones revolucionarias, son insuficientes para hacerlas realidad. Esta convicción nos remite inexorablemente a Lenin en lo relativo a espontaneidad y conciencia, masificación y organización, movilización por reivindicaciones y luchas con conducción estratégica y sentido de poder y de transformación revolucionaria anti-capitalista y, en fin, a la necesaria estructuración y cualificación de los revolucionarios y revolucionarias pertenecientes a los movimientos sociales de avanzada; sin obviar los cambios acaecidos durante todo un siglo en la dinámica del capitalismo mundial, en su centro y su periferia, en la composición social de sus sociedades nacionales (dentro de sus variados niveles de desarrollo), en la cultura dominante, en el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico…para desde sus esencias válidas abrirle campo a las readecuaciones e innovaciones necesarias. Y por eso quiero detenerme, extrayéndolas con pinzas de su obra ¿QUE HACER?, en estas ideas expuestas por V.I. Lenin sobre esta temática; ideas a mí entender claves dentro sus convicciones teóricas y su exitosa práctica revolucionaria. Claves ayer y claves hoy, en tanto principios básicos del quehacer revolucionario, descantándolos naturalmente del contexto socio-político-cultural de sus tiempos y de las condiciones específicas del capitalismo ruso al inicio del siglo XX y sin referirlo solamente a la clase obrera industrial. “Hemos dicho que es preciso infundir a nuestro movimiento, muchísimo más vasto y profundo que el de los 70, la misma decisión abnegada y la misma energía que entonces. En efecto, parece que nadie ha puesto en duda hasta ahora que la fuerza del movimiento contemporáneo reside en el despertar de las masas (y, principalmente, el proletariado industrial) y su debilidad, en la falta de conciencia y de espíritu de iniciativa de los dirigentes revolucionarios. (V.I. Lenin.-Obras Escogidas. ¿Qué Hacer?. Editorial Progreso, Moscú, pág, 138) “La conciencia socialista moderna solo puede surgir de profundos conocimientos científicos… En efecto de modo que la conciencia socialista es algo introducido desde fuera en la lucha de clase del proletariado, y no algo que ha surgido espontáneamente dentro de ella.” (Obra citada, pág 146) Puesto que ni hablar se puede de una ideología independiente, elaborada por las propias masas obreras en el curso mismo de su movimiento, el problema se plantea así: ideología burguesa o ideología socialista. (Obra citada, pág 147) La organización de obreros deber ser, primero profesional; segundo debe ser lo mas amplia posible; tercero, lo menos clandestina posible (aquí y más adelante me refiero, claro está, solo a la Rusia autócratica). Por el contrario, la organización de los revolucionarios debe agrupar, ante todo y sobre todo, a personas cuya profesión sea la actividad revolucionaria (por eso hablo de una organización de revolucionarios socialdemócratas). Antes este rasgo común de los miembros de semejante organización debe desaparecer en absoluto toda la diferencia entre obreros e intelectuales, sin hablar ya de la diferencia entre las diversas profesiones de unos y otros. Esta organización debe ser necesariamente no muy amplia y lo mas clandestina posible. (Obra citada, pág 205) A mi me han ayudado mucho, sobretodo después de valorar sus reflexiones en el capitulo “Sobre la Reorganización del Partido” de su libro “Dos Tácticas de la Socialdemocracia en la Revolución Democrática” destinadas a cambiar modalidades organizativas del partido bolchevique en un periodo determinado, lo que indica que para Lenin la esencia de la vanguardia revolucionaria no residía en el carácter de sus estructuras, formas organizativas y sus métodos de trabajo y de lucha, cambiante con las circunstancias, sino en su condición de fuerza conciente y organizada, integrada selectivamente por personas dedicada a la emancipación de la humanidad oprimida por el capital. Pensando este tema en los nuevos tiempos quiero compartir con un ustedes estas consideraciones sobre las vanguardias u organización de los/as revolucionarios/as en el contexto del capitalismo y el imperialismo actual y los avances del pensamiento socialista.. NECESIDAD DE LA VANGUARDIA REVOLUCIONARIA Todo esto nos remite a la construcción de alternativas revolucionarias, de fuerzas alternativas, concientes y organizadas. Y a la necesidad, por tanto, de las nuevas vanguardias revolucionarias como componente estratégico de los grandes frentes y movimientos transformadores, capaces primero de librar la lucha por una democracia participativa basada en un nuevo poder y una nueva institucionalidad para, a continuación y creadas las premisas necesarias, avanzar en el proceso de socialización de la economía y del poder político. Me refiero a la cuestión cardinal de la organización de los/as revolucionarios/as, de la vanguardia transformadora con capacidad de articular, hacer confluir, contribuir -desde la ciencia y al compás de las luchas- a elevar la conciencia y organización política de los pueblos y a convertir progresivamente en factor de poder a todos los sujetos sociales dominados, oprimidos y explotados por el capital. Hablo de una vanguardia política revolucionaria en general, no solamente de una vanguardia obrera o de la clase obrera, porque las fuerzas del trabajo, las clases, sectores de clases y movimientos y actores sociales explotados, oprimidos y excluidos por el capitalismo en nuestra América y el mundo de hoy son mucho más diverso que el movimiento obrero industrial y, a veces, por períodos, algunos de ellos resultan ser más combativos que éste. Hablo de una vanguardia compartida, unitaria, colectiva..., articuladora de las diferentes corrientes antisistema, antiimperialista, anticapitalista; portadora de un proyecto antineoliberal pero también poscapitalista. Me refiero a una fuerza conductora que les imprima cohesión, sentido político y vocación de construcción de poder a los movimientos y a las luchas de las clases explotadas, sectores oprimidos, fuerzas sociales excluidas, discriminadas, pueblo empobrecido y a otros sectores sociales dominados. Me refiero a una fuerza política que pueda devenir en conductora de una gran parte de la sociedad, por la conciencia transformadora que sea capaz de crear en su seno, por la organización que construya, por las técnicas que domine, por las formas de lucha apropiadas que impulse y generalice, por la capacidad tecno-científica, teóricas y política capaz de trascender sus propias fronteras. Sí, por su sabiduría para crear, construir, desarrollar y tomar el poder; por su capacidad para derrotar al enemigo, ya sea por su poder disuasivo o por su fuerza confrontativa en todos los terrenos. Por su autoridad política y moral ganada en gran parte de la sociedad; por lo que Antonio Gramsci llamó la hegemonía como autoridad bien conquistada: simpatía, organización, poder de convocatoria, liderazgo.... Vanguardias sin esos requisitos no son tales. Son aparatos políticos desvinculados del pueblo y de las clases y sectores dominados, explotados y oprimidos. Por eso la condición de vanguardia no se decreta, sino que se gana; se conquista a través de un proceso de lucha e inserción en las bases de la sociedad, a través de una autoridad política sustentada en el respaldo voluntario de las fuerzas sociales alternativas. · SELECCIÓN, ORGANIZACIÓN, CONCIENCIA El concepto vanguardia implica selección, formación, organización de lo más conciente, superación de lo espontáneo; conocimiento de la realidad, dominio de métodos de trabajo y los procesos de relación con el pueblo, capacidad de análisis científico, técnicas de investigación y de lucha, acumulación de conocimientos, recursos humanos y medios técnicos que posibiliten disputar poder y hegemonía en la sociedad civil, y en el Estado. Recursos y medios para librar las luchas civiles y militares, materiales y ideológicas necesarias. En sociedades como las nuestras, todas las clases explotadas, todo el bloque social dominado no puede acceder espontáneamente a ese nivel cualitativo. Es preciso primero organizar y formar lo más avanzado, sin desvincularlo del sujeto popular, sin separarlo del pueblo trabajador, de los movimientos sociales (feministas, juveniles, artísticos culturales…), de las clases y sectores excluidos y dominados por el sistema imperante; sin abandonar la relación directa con la cotidianidad de la gente, con sus luchas, con sus necesidades y anhelos. · VANGUARDIA CAPITALISTA La necesidad de ese tipo de organización, la cual puede tener variadas formas y modalidades (según las circunstancias, los tiempos y las condiciones concretas en cada sociedad o región), tiene relación con el hecho de que el orden opresor tiene su propia vanguardia conductora, sus propias fuerzas organizadas, calificadas y concientes para defenderse y reproducirse y atacar a sus adversarios. Sí, el capitalismo y el imperialismo actuales tienen sus vanguardias para ejercer dominación: una vanguardia con un discurso esencialmente único, con una ideología dura (la neoliberal), con estructuras militares, con poder mediático, con capacidad tecno-científica, con medios materiales y espirituales, con capacidad de construir hegemonías y de reciclarlas. El imperialismo y el capitalismo del siglo XXI han conformado su poder a tono con sus intereses y necesidades, procurando siempre reproducirlo y renovarlo a costa de una gran parte de la humanidad; recurriendo incluso a su estrategia de guerra global · LA VANGUARDIA ANTÍPODA Esto no puede ser enfrentado sin pensar en la vanguardia antípoda y en el poder antípoda. Esto necesitará contrapartidas que no pueden ser solo movimientos sociales, rebeldías sociales y culturales espontáneas o con conciencia limitada a lo reivindicativo, fuerzas políticas ajenas a la construcción de poder alternativo o imposibilitadas de asumir la totalidad de la insumisión y las rebeldías necesarias; necesita de fuerzas de vanguardia modernas, de hegemonías alternativas y de Estados y sistemas políticos capaces de convertirse en palanca de transformación de estas injustas sociedades. Y las nuevas fuerzas políticas de vanguardia, para ser reales vanguardias de los movimientos sociales, deben asumir integralmente e imprimirle contenido político a las rebeldías clasistas, feministas, juveniles, ambientalistas- ecologistas, a las luchas de los pueblos originarios de nuestra América. Deben ser parte, además, de amplios frentes o movimientos unitarios que encarnen los combates y las propuestas alternativas al modelo neoliberal y a las falsas democracias representativas, como forma de abrirle paso a las nuevas democracias, nuevas independencias y al socialismo del siglo XXI. · PODER Y VANGUARDIA Poder y vanguardia resultan esencialmente inseparables. Los que niegan la lucha por el poder, niegan la necesidad de la vanguardia. Los que niegan la necesidad de la vanguardia revolucionaria en realidad no luchan por el poder, aunque no lo digan expresamente. A lo sumo, plantean ser gobierno dentro del mismo poder y de la actual dominación. Y no hablo del poder de la vanguardia, ni del poder del partido, ni del poder de las izquierdas o del poder del frente amplio. Hablo del poder del pueblo, del poder de las fuerzas sociales alternativas, del poder popular y de las clases y sectores subalternos. De un poder que no es sólo estatal (concebido como transitorio y extinguible) y que no simplemente se toma, sino que se crea y desarrolla en la base de la sociedad. Que se construye y conforma paralelamente al existente, a su contrario, y que también precisa de un reemplazo en el Estado de la gran burguesía dependiente, comenzando por la superación del modelo de Estado y de la seudo democracia neoliberales. Y que termina extinguiéndose como resultado de un esfuerzo conciente en dirección a la sociedad comunista y a la plena libertad. · VANGUARDIA, PODER Y DEMOCRACIA El poder así concebido es la cuestión crucial de toda fuerza que lucha por la liberación y la felicidad del pueblo, por la verdadera democracia, por la real independencia de nuestra patria chica y de nuestra patria grande, por el nuevo socialismo y la desaparición de la coerción del Estado y de este mismo, a más largo plazo. Y esa meta es inseparable de la exigencia de construir una nueva vanguardia. Y como se trata de una vanguardia que debe contribuir a establecer una nueva democracia, protagonizada por el pueblo, participativa, económica, política, social, multi-cultural, de género, multiétnica.... debe ser una vanguardia profundamente democrática, regida por una democracia interna que prefigure el nuevo régimen democrático. En lugar del distorsionado principio rector del centralismo democrático, las nuevas vanguardias deben regirse por una amplia democracia interna con dirección central, procurando invertir los énfasis, salvo en casos de emergencia y en condiciones de alta represión. Y para que sus bases científicas puedan ser lo suficientemente sólidas, las nuevas vanguardias están en el deber de incorporar los extraordinarios aportes de los clásicos del marxismo y de todo el desarrollo posterior de esta teoría revolucionaria. Nada de esto, sin embargo, es contradictorio con el apoyo en otras fuentes teóricas como la teología de la liberación, las cosmovisiones de los pueblos originarios, los aportes de los visionarios de nuestra primera independencia. El socialismo indo-americano de José Carlos Mariategui, el pensamiento de Ernesto Guevara, el pensamiento bolivariano, martiano y zapatista –por ejemplo- resultan insoslayables para emancipar la patria grande de hoy. Hay que llenar de savias caribeña y latinoamericana el método marxista. Hay que analizar desde la ciencia del siglo XXI el capitalismo y el imperialismo actuales. · VANGUARDIAS EN EL SIGLO XXI. Hablamos de vanguardias capaces de reivindicar y renovar el concepto de las soberanías específicas de nuestras naciones en una soberanía más grande, de carácter multinacional y multiétnica, vanguardia de las nuevas independencias nacionales y la nueva independencia continental. Se trata precisamente de una vanguardia que sea capaz de defender la pertinencia estratégica de un nuevo socialismo, lo cual exige de un proceso de recreación del proyecto revolucionario respecto a los modelos estatistas-burocráticos que colapsaron en el siglo XXI. Sólo así puede superarse dialécticamente la derrota estratégica sufrida por los socialismos del siglo XX y dotar a esta nueva época de un nuevo mito revolucionario. Las vanguardias de las democracias participativas, de la nueva independencia y el socialismo del siglo XXI, deben ser vanguardias del pueblo trabajador y de los pobres, vanguardias indígenas, vanguardias feministas, vanguardias ecologistas y fuente de juventud combativa. Las capacidades innovadoras de los pueblos son inagotables. ¿Quién iba a pensar que una organización de militares-intelectuales, de militares revolucionarios, junto a un conjunto de dirigentes históricos de las izquierdas, se iba a convertir en el principal factor de reconstitución inicial de la vanguardia política revolucionaria de Venezuela?, todavía pendiente de un proceso de avance, reflexión y reajustes en mayor escala y profundidad, siempre presente los riegos de estancamiento y regresión si no se consolida esa fuerza conductora. Cada vez está mas claro que para avanzar en las transformaciones anticapitalista en medio de la presente crisis integral del capitalismo, para crear socialismo desde la resistencia, la movilización y la indignación, se necesita avanzar en la conformación de las vanguardias socialistas necesarias para estos nuevos tiempos. El cambio y las izquierdas necesarias El cambio necesario –como dicen los Sin Tierra de Brasil- nos exige “formación-conciencia”, “organicidad-estructuras” y “movilización-lucha”. Esa es la médula de lasa enseñanzas de Lenin deformadas por el estalinismo y otras corrientes dogmáticas Esto implica un pensamiento colectivo basado en líneas bien definidas y un accionar en correspondencia con el mismo: “Pensar y actuar, pensar y hacer”, unidad dialéctica. Exige claridad respecto a la realidad donde se actúa y precisión de objetivos. En nuestro caso nos demanda- me refiero a las fuerzas revolucionarias de la presente época- claridad en cuanto al tipo de movimiento, partido o agrupación que somos y a la vanguardia unitaria y compartida que queremos contribuir a crear, esto es, en cuanto al eje de fuerzas revolucionarias anticapitalistas que queremos ayudar a articular para abolir el orden decadente y desbrozar el camino de la creación de la nueva sociedad. Nos emplaza a definir la alianza más amplia -alternativa al modelo neoliberal y al sistema político- que es preciso forjar; a asumir la necesaria ruptura que hay que producir y la nueva institucionalidad democrática-participativa que debemos construir; a precisar la manera de desmontar el neoliberalismo y la llamada democracia representativa. A acertar en la diversidad de formas de lucha a emplear en correspondencia con nuestra moral y principios. A formular el tipo de transición y transformación, y su progresividad; a reformular el socialismo y comunismo a que aspiramos después de todo lo acontecido a nombre de esos ideales; a enarbolar con fuerza los valores humanos, la ética que sustentamos y la estrategia comunista como razón fundamental de nuestras luchas nacionales, continentales y mundiales. Requiere tareas organizativas concretas inspiradas en estos principios e ideales y en métodos y dinámicas que relacionan estrechamente conciencia, pasos prácticos y luchas concretas. Creación de estructuras enlazadas y relaciones entre personas comprometidas desde esa dialéctica. “Masa” es clase, pueblo, sector disperso, sin organización, sin estrategia, agregan los del MST de Brasil. Y cuando esa “masa” o parte de ella se junta, se mueve, asume objetivos, adquiere conciencia, construye organización… entonces pasa ser “base” activa, sujeto en lucha…Esto se alcanza no simplemente contemplando o “estando”, sino participando. De las luchas de esas “bases” activas surgen los líderes “naturales” y los consiguientes militantes. De la relación, enlace, articulación original entre líderes “naturales” y entre los militantes surgen las estructuras capaces de convertirse en fuerzas conductoras de las liberaciones y emancipaciones; fuerzas calificadas, inmersas en las “bases” y en sus luchas, y empeñadas en contribuir a crear cada vez más “bases” a partir de mover “masas”, organizarlas; a ayudar a concienzarlas, apoderarlas de sus propias realidades, necesidades a partir de sus vivencias. Esta es también una responsabilidad ineludible si realmente somos lo que decimos ser: si nos consideramos comunistas, socialistas revolucionarios, anticapitalistas, impugnadores del sistema y creadores de conciencia antiimperialista, pro-socialista y pro-comunista, comprometidos/as en lo inmediato con una alternativa transformadora que desmonte el modelo neoliberal y la institucionalidad vigente y le abra cauce a una democracia participativa e integral con clara vocación socializante. Y esta visión sobre el rol de las izquierdas transformadoras ha venido tomando cuerpo en no pocas organizaciones y movimientos revolucionarios; a plena conciencia de que en muchos casos queda un gran campo todavía disperso, pendiente de articular: las izquierdas sin partidos, la izquierda social, cultural, intelectual, los nuevos movimientos sociales y políticos sociales, los militantes históricos dispersos… Diferenciaciones y decantaciones en las izquierdas. Pero es lamentable que precisamente cuando esta crisis del capitalismo senil se vuelca contra la humanidad y contra nuestros países, una parte de los sectores que se dicen de izquierda, e incluso se consideran marxistas, socialistas y/o comunistas, hayan renunciado o debilitado la crítica al capitalismo y al imperialismo actual; se muestren reacios a plantear las nuevas transiciones revolucionarias, mostrándose resistentes a revindicar y enriquecer el pensamiento socialista y defender el proyecto comunista como alternativa al capitalismo del siglo XXI. Esos sectores de más en más evaden denunciar y enfrentar a las oligarquías capitalistas por sus nombres. Se observa en su lenguaje la ausencia de la crítica a la naturaleza cada vez más explotadora y excluyente del capitalismo, a la pertinente emancipación de las clases y sectores oprimidos y excluidos, y al nuevo proyecto antiimperialista y anti-capitalista que necesariamente pasa por el desmonte del modelo neoliberal y de su institucionalidad decadente, copada por el capital, por una partidocracia corrompida y una tecnocracia privilegiada e insensible. Más aun, esos sectores y sus aliados (autodefinidos como progresistas, centristas y/o centro-progresistas o centro-izquierda), se han resistido a definir programas, políticas, caminos y actitudes destinadas a desmontar el neoliberalismo y la seudo-democracia vigentes, a formular posiciones anti-imperialistas y a propugnar por transformaciones estructurales. Incluso renuncian a reformas sociales y políticas audaces, que choquen de frente con el modelo imperante. Igual es notoria la debilidad con que asumen la opresión de género, el adulto-centrismo, la xenofobia, la homofobia y el racismo, así como las urgencias y potencialidades del ambientalismo revolucionario en esta fase en que la voracidad del gran capital nos exige abrazar todas las indignaciones, todas las rebeldías y todas las liberaciones en dirección a contribuir a la articulación de los movimientos sociales y políticos sociales contestatarios en defensa de la vida. Esa conducta política es típica de una izquierda reformista, funcional –aunque limitadamente crítica- al modelo político, social y económico vigente y al sistema imperante; que apenas asume reformas ligeras o moderadas, políticas más o menos avanzadas de redistribución de ingresos y de inversión, modelos productivos, reivindicaciones ciudadanas, demandas liberales y determinadas normas éticos-morales, sin llegar a plantearse arrancar de raíz los resultados del neoliberalismo ni proponerse una nueva institucionalidad y un modelo alternativo. El contagio del sistema político y de las derechas de todos los matices ha sido alto, al punto de influir no solo para que esos sectores acepten y promuevan nuevas modalidades de caudillismo y presidencialismo, sino también para a través de ciertas argucias desplegar fuertes resistencias a la confluencia diversa y a la búsqueda de entendimientos programáticos que expresen la diversidad alternativa. Dentro de esas izquierdas reformistas, social-democratizantes o liberaloides, todas con desviaciones de derecha, a todo lo largo y ancho del planeta, existen partidos y grupos que se unen sin rubor a líderes y facciones de la partidocracia dominante en busca de “cuotas y “posibilidades” electivas; y luego comparten gustosamente posiciones y privilegios en las instituciones conformadas, sin asumir posturas claramente diferenciadas de sus aliados de derecha; o sin hacer sentir su oposición, más bien acomodándose al statu quo. En tales circunstancias las fuerzas políticas, sociales, culturales transformadoras… necesitan diferenciarse de esa actitud política e ideológica, de esa manera de convertir las izquierdas en algo más avanzado que las derechas tradicionales, en cierta manera progresista, pero realmente funcional al sistema. Esto, sobretodo, además de una necesidad histórica, es un imperativo de la crisis en expansión y de la situación que padecen nuestras naciones, sociedades y pueblos. Necesitamos retomar colectivamente con pasión revolucionaria la lucha contra el sistema dominante y las fuerzas sociales y políticas que controlan sus poderes temporales y permanentes; incluyendo métodos, vías de aproximación y alianzas alternativas al neoliberalismo. Necesitamos renovados y creativos programas estratégicos de carácter antiimperialista, anticapitalista, socialista, comunista…, sin que esto implique renunciar a la flexibilidad política, a los programas tácticos y/o coyunturales de menor alcance derivados de esas estrategias y de sus bases conceptuales, necesarios para emprender el desmonte del modelo neoliberal y conformar un nuevo poder alternativo; sin excluir lineamientos políticos, alianzas con otras fuerzas democráticas, intervenciones y métodos de lucha que en diversos escenarios y en cada periodo posibiliten acumular fuerzas revolucionarias para avanzar hacia metas más altas. Necesitamos hacerlo junto a la recreación de un pensamiento teórico renovado, capaz de asumir la emancipación de las fuerzas del trabajo y la cultura forjadas en estos tiempos. De asumir la liberación del sujeto proletario-popular de esta etapa y la redención social y política de todos/as los/as oprimidos/as, excluidos/as y vejados/as por el gran capital, incluidos jóvenes y mujeres discriminadas, productores privados condenados a la ruina y militares y trabajadores de Estado empobrecidos. Capaz de facilitar y contribuir, paso a paso, luchas tras luchas, a la creación de conciencia y organización contra el capital como relación social, como factor articulador y beneficiario de todas las formas de opresión y discriminación funcionales a él: patriarcado, adulto-centrismo, androcentrismo, racismo, ecocidio, militarismo; y de todos sus engendros: narco-delincuencia, clientelismo, impunidad, egoísmo, mercantilización de la política y la ciudadanía. Democracia de calle, lealtad a la estrategia e internacionalismo revolucionario. Esto exige combate de calle, democracia de calle, iniciativas audaces. Así se podría construir a crear una nueva vanguardia anticapitalista unitaria articulada a las luchas y movimientos sociales, que incidiendo y combatiendo en cada coyuntura, y asumiendo las banderas movilizadoras de actualidad, acumule fuerzas y defienda el futuro socialista-comunista del proyecto transformador. Así aportaríamos a convertir la indignación latente en movilización activa, en rebeldía, en sumisión y en desobediencia civil cada vez mas generalizadal; sin dejar de enriquecer constantemente la propuesta estratégica de una sociedad en que prime la solidaridad humana, la igualdad de derechos y oportunidades, y el bienestar colectivo Tengamos presente además los desafíos que plantea la amenaza de la llamada guerra antiterrorista global y sus puntuales guerras preventivas a cargo de un imperialismo altamente militarizado que se propone controlar como sea todos los recursos naturales. Preparemos para los desafíos que exige enfrentar esa estrategia destructiva. Pensemos en la crisis de nuestros países en relación con esta América rebelde y este mundo convulsionado. Pensemos, junto a los demás actores revolucionarios del mundo actual, en el nuevo Manifiesto Comunista que la liberación de la humanidad -condenada a muerte por el capitalismo actual en medio de su crisis mayor- nos exige. Pensemos nuestro proceso en sus vínculos indisolubles con un proceso mundial signado por el declive del capitalismo senil y la necesidad del rearme y la emergencia de una renovada propuesta socialista-comunista, capaz por sus atractivos, su capacidad de generar pasión revolucionaria y por su justeza científica, de fundirse con las nuevas indignaciones multitudinarias. Maracay, Venezuela.