martes, 25 de septiembre de 2012

¿QUIENES SON LOS INTELECTUALES?

HOMBRES DE IDEAS


¿Quiénes son los intelectuales?

SU MISIÓN DEBIÓ SER HISTÓRICAMENTE LA DEL COMPROMISO Y LA PARTICIPACIÓN SOCIAL.









Aporte. Muchos se preguntan qué hace un intelectual por la sociedad en la que vive y hasta sufre.Néstor Medrano

Santo Domingo

La inquietud no es nueva. Es antiquísima. Para muchos incluso es un esnobismo; para otros una preocupación sin importancia: ¿Qué es un intelectual? ¿Quién es un intelectual? ¿Por qué tiene que existir una clase intelectual? ¿Qué hace un intelectual por la sociedad en la que vive y hasta sufre?



Incluso los conceptos han cambiado. La naturaleza del intelectual también. Muchos criterios sucumbieron con el final de las ideologías y de los intelectuales orgánicos, críticos de sociedades con problemas estructurales irresolubles. Solo quedan las rememoraciones enciclopédicas. Con el intelectual surgió un prototipo del hombre de ideas cuyo factor vinculante con el medio y la sociedad estaba matizado por el sentido del compromiso. De ahí que históricamente se hablara del intelectual comprometido. Es propicio decir que la palabra intelectual surgió en la Francia de finales del siglo XIX, cuando un grupo de hombres de letras, artistas y activistas culturales firmaron una proclama de apoyo al capitán Alfred Dreyfus, a quien habían encarcelado acusado de traición. Estos literatos y artistas, entre ellos Emile Zolá, considerado el padre del Naturalismo, fueron tildados despectivamente de “intelectuales”.



En los años que se extendieron por los cenagales de la llamada Guerra Fría, la época de tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la clase intelectual se afiliaba a corrientes de pensamiento que simplemente formaban parte aglutinante de una cosmovisión dirigida, con el enfoque político de las conveniencias de esas dos grandes corrientes y muchos escritores, historiadores, filósofos y librepensadores quedaron atrapados en dos bandos: los socialistas, supuestamente comprometidos desde el sustrato de las élites a las que pertenecían con el destino de las mayorías, a partir de las concepciones e influencias como las del filósofo y economista Carlos Marx, y los reaccionarios, que espejeaban fundamentalmente sus contradicciones, rechazando los criterios de todo lo que llegaba de esa corriente orgánica.



Lo más importante es que la misión del intelectual así proclamado por las actividades de creación, de concepción de conocimientos, más allá de los grados académicos, por los aportes científicos, artísticos y de participación en los esquemas de solución de problemas de nuestras sociedades, debió ser, históricamente, la del compromiso, la de la participación que fue usurpada por las clases políticas, que en nuestros países subdesarrollados no son el mejor ejemplo de intelectuales.



Los modismos impuestos por lo que el premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa denomina la Civilización del Espectáculo, que transfiere a lo light, a lo espectacular de la farándula, con su ordalía festiva y seudocultural, los valores supuestos de la cultura de hoy, han forjado una falsa ilusión para los que se creen que por leer un libro o usar lentes a tono con esa modalidad del absurdo, son intelectuales.





(+)

REDEFINICIÓN DEL CONCEPTO

A contrapelo de lo que eran los grandes temas que involucraban a “los hombres de ideas”, hoy vaporizados y subsumidos en el marketing de la subsistencia, el rol de los intelectuales está por redefinirse a partir de los valores que alimentaban a quienes se forjaron en las décadas de los siglos pasados, incluso de mediados del siglo XX. ¿Cuáles son los intereses reales de la sociedad de hoy? ¿Quedarán los políticos al mando de las concepciones, de las ideas, de la programación y de la estrategia para que el mundo y su tecnocracia superen los enormes retos por delante?



Sin lugar a dudas que ya no se piensa en el existencialismo de Jean Paul Sartre, ni en el malditismo de Nikos Kazantzakis para conformar una visión integrada de las cosas, del ser del mundo y por lo menos intentar buscar explicaciones y soluciones a las complejidades que exigen de la reflexión.



Pues, para quienes intentan sostenerse como aparentes intelectuales hoy en día, hay una confluencia de roles y de disciplinas más dirigidas y enfocadas a la solución de los esquemas del capitalismo, de las directrices de las transnacionales y de los emporios corporativos con toda una superestructura ideológica destinada al consumismo, que mucho nos alejan del ideal ya perdido de la razón de ser de los intelectuales. Cultura ‘light’



Los valores supuestos de la cultura de hoy han forjado una falsa ilusión para aquellos que se creen que por leer un libro o usar lentes para estar contestes con esa modalidad del absurdo, son intelectuales.








Aporte. Muchos se preguntan qué hace un intelectual por la sociedad en la que vive y hasta sufre.Néstor Medrano

Santo Domingo

La inquietud no es nueva. Es antiquísima. Para muchos incluso es un esnobismo; para otros una preocupación sin importancia: ¿Qué es un intelectual? ¿Quién es un intelectual? ¿Por qué tiene que existir una clase intelectual? ¿Qué hace un intelectual por la sociedad en la que vive y hasta sufre?



Incluso los conceptos han cambiado. La naturaleza del intelectual también. Muchos criterios sucumbieron con el final de las ideologías y de los intelectuales orgánicos, críticos de sociedades con problemas estructurales irresolubles. Solo quedan las rememoraciones enciclopédicas. Con el intelectual surgió un prototipo del hombre de ideas cuyo factor vinculante con el medio y la sociedad estaba matizado por el sentido del compromiso. De ahí que históricamente se hablara del intelectual comprometido. Es propicio decir que la palabra intelectual surgió en la Francia de finales del siglo XIX, cuando un grupo de hombres de letras, artistas y activistas culturales firmaron una proclama de apoyo al capitán Alfred Dreyfus, a quien habían encarcelado acusado de traición. Estos literatos y artistas, entre ellos Emile Zolá, considerado el padre del Naturalismo, fueron tildados despectivamente de “intelectuales”.



En los años que se extendieron por los cenagales de la llamada Guerra Fría, la época de tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la clase intelectual se afiliaba a corrientes de pensamiento que simplemente formaban parte aglutinante de una cosmovisión dirigida, con el enfoque político de las conveniencias de esas dos grandes corrientes y muchos escritores, historiadores, filósofos y librepensadores quedaron atrapados en dos bandos: los socialistas, supuestamente comprometidos desde el sustrato de las élites a las que pertenecían con el destino de las mayorías, a partir de las concepciones e influencias como las del filósofo y economista Carlos Marx, y los reaccionarios, que espejeaban fundamentalmente sus contradicciones, rechazando los criterios de todo lo que llegaba de esa corriente orgánica.



Lo más importante es que la misión del intelectual así proclamado por las actividades de creación, de concepción de conocimientos, más allá de los grados académicos, por los aportes científicos, artísticos y de participación en los esquemas de solución de problemas de nuestras sociedades, debió ser, históricamente, la del compromiso, la de la participación que fue usurpada por las clases políticas, que en nuestros países subdesarrollados no son el mejor ejemplo de intelectuales.



Los modismos impuestos por lo que el premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa denomina la Civilización del Espectáculo, que transfiere a lo light, a lo espectacular de la farándula, con su ordalía festiva y seudocultural, los valores supuestos de la cultura de hoy, han forjado una falsa ilusión para los que se creen que por leer un libro o usar lentes a tono con esa modalidad del absurdo, son intelectuales.





(+)

REDEFINICIÓN DEL CONCEPTO

A contrapelo de lo que eran los grandes temas que involucraban a “los hombres de ideas”, hoy vaporizados y subsumidos en el marketing de la subsistencia, el rol de los intelectuales está por redefinirse a partir de los valores que alimentaban a quienes se forjaron en las décadas de los siglos pasados, incluso de mediados del siglo XX. ¿Cuáles son los intereses reales de la sociedad de hoy? ¿Quedarán los políticos al mando de las concepciones, de las ideas, de la programación y de la estrategia para que el mundo y su tecnocracia superen los enormes retos por delante?



Sin lugar a dudas que ya no se piensa en el existencialismo de Jean Paul Sartre, ni en el malditismo de Nikos Kazantzakis para conformar una visión integrada de las cosas, del ser del mundo y por lo menos intentar buscar explicaciones y soluciones a las complejidades que exigen de la reflexión.



Pues, para quienes intentan sostenerse como aparentes intelectuales hoy en día, hay una confluencia de roles y de disciplinas más dirigidas y enfocadas a la solución de los esquemas del capitalismo, de las directrices de las transnacionales y de los emporios corporativos con toda una superestructura ideológica destinada al consumismo, que mucho nos alejan del ideal ya perdido de la razón de ser de los intelectuales. Cultura ‘light’



Los valores supuestos de la cultura de hoy han forjado una falsa ilusión para aquellos que se creen que por leer un libro o usar lentes para estar contestes con esa modalidad del absurdo, son intelectuales.