martes, 28 de junio de 2011

EL CAPITALISMO ACTUAL ( 1V): LA ESPECULACION FINANCIERA

El capitalismo actual (IV): La Especulación Financiera
Escrito por Fernando Arribas García (*)
Sábado, 25 de Junio de 2011 14:23
La Especulación Financiera
Caracas, 25 jun. 2011, Tribuna Popular TP Nº 191/Fernando Arribas García (*).- Tal vez el rasgo más característico del capitalismo mundial de las últimas décadas es el creciente predominio ya no sólo del capital financiero, como vimos en el artículo anterior, sino en particular de las formas más aberrantes y perversas de la especulación financiera. A consecuencia de la desregulación general de la economía que ha promovido el modelo neo-liberal, estamos observando desde finales del siglo pasado el desarrollo acelerado de la tendencia al sometimiento de los capitales productivos por los financieros, tendencia que preveían Lenin y otros economistas marxistas hace cerca de cien años y que ya hemos comentado antes. Pero además –también como producto de esa liberalización de los mercados– estamos presenciando un fenómeno relativamente novedoso que los autores clásicos apenas vislumbraron: la derivación de buena parte de los capitales financieros hacia actividades cada vez más especulativas y más alejadas de la producción real de bienes y servicios.

Ya no se trata simplemente de que capitales esencialmente improductivos, como los bancarios y los bursátiles, lleguen a tomar control de los capitales directamente vinculados a las actividades productivas, como los invertidos en industrias manufactureras o en servicios básicos. Esto ha venido ocurriendo en mayor o menor medida desde que el capitalismo, a consecuencia del desarrollo de sus tendencias sistémicas inherentes, alcanzó la fase monopolista en la segunda mitad del siglo XIX, y obligó a los capitales productivos a proveerse de fuentes adicionales de financiamiento a fin de mantener su competitividad en un mercado crecientemente restringido. Ahora se trata además de que, con miras a protegerse de los efectos de la tendencia decreciente de la tasa de ganancias, los capitalistas financieros se han involucrado en mecanismos cada vez más complejos de especulación que les ofrecen rendimientos muy superiores a los que obtendrían por medio del simple financiamiento directo de la producción.

Se trata de los mercados financieros derivados y secundarios, en los que los «genios de las maquinaciones financieras» (según palabras de Lenin) ya no negocian simplemente acciones, títulos y certificados supuestamente representativos de capitales invertidos en la economía real, sino instrumentos financieros complejos derivados de éstos. Esto significa por ejemplo el fraccionamiento de los instrumentos financieros originales y su reventa por fracciones con sobreprecio en mercados secundarios; o el agrupamiento de varios instrumentos originales o fracciones de éstos en «paquetes estructurados» para venderlos por un precio superior al de la suma de sus componentes. Estas y otras operaciones similares se realizan reiteradamente con bonos de deuda, hipotecas, certificados de crédito, contratos de compra a futuro y hasta con los propios instrumentos derivados y secundarios, entre otros muchos «papeles».

Tanto va el cántaro a la fuente…

El problema es precisamente ese: que se trata nada más que de papeles, vinculados apenas indirectamente a la economía real, y por lo tanto con un dudoso grado de respaldo en bienes y valores tangibles. Incluso en el caso de los instrumentos financieros primarios, hay generalmente un margen de diferencia entre su valor real y el precio por el que se negocian, resultado, entre otros factores, del margen de ganancia que obtiene el emisor original y de las diversas manipulaciones especulativas tejidas en torno a tales instrumentos en el curso de sus sucesivas compras y ventas.

Pero en el caso de los mercados financieros secundarios y derivados, esos instrumentos primarios, con valores ya deformados, son sometidos repetidamente a nuevas y más complejas operaciones especulativas que potencian la distorsión de sus valores a resultas de un creciente distanciamiento entre el papel y la masa de riquezas reales que éste supuestamente representa, lo que produce tasas de ganancia fabulosas, y también un fabuloso riesgo de colapso catastrófico. A ese hueco creciente entre el precio de compra-venta del papel y el valor real de las riquezas tangibles que le sirven de respaldo se lo denomina coloquialmente «burbuja financiera», porque como las de jabón, puede llegar a ser muy grande, pero tarde o temprano siempre explota y revela que sólo contiene aire.

De igual manera, algunos autores llaman al conjunto de tales prácticas «economía de casino», analogía que nos parece defectuosa, porque en el caso de los juegos de apuestas la dinámica fundamental está enteramente determinada por el azar y/o la habilidad de los jugadores, mientras que los mercados financieros, no obstante su relativa autonomía, están determinados en última instancia por un elemento externo y previo a ellos: la salud de la economía real. Pero pese a sus defectos, la imagen del casino sí sirve para poner de relieve la dialéctica de riesgo extremo versus ganancias extremas que es característica tanto de las casas de juegos como de los mercados financieros contemporáneos.

Especulación sobre especulación

El gráfico anexo nos muestra los niveles de actividad de los mercados bursátiles de Estados Unidos entre 1992 y 2009, y los compara con el tamaño de la economía de ese país, según las cifras publicadas por la Comisión de Valores y Mercados de ese país y por el Banco Mundial. Obsérvese que hasta 1996 el nivel de capitalización total de los mercados (la suma de los precios de todas las acciones de todas las compañías cotizadas en los mercados bursátiles, lo que es teóricamente igual al precio de compra de todas esas compañías) es algo superior al monto de todas las transacciones de compra-venta efectuadas en esos mercados, y ambos valores se mantienen por debajo del PIB.
Pero justamente entonces, comenzó el auge vertiginoso de los mercados secundarios y derivados en todo el planeta, lo que fue saludado por Alan Greenspan –presidente por muchos años de la Junta de la Reserva Federal de Estados Unidos y uno de los principales promotores del modelo neoliberal en ese país y el mundo– como «indudablemente el evento financiero más extraordinario de las últimas décadas». Así empezó a abrirse rápidamente una brecha entre las curvas: las acciones y papeles primarios de capitalización fueron comprados y vendidos una y otra vez, tanto en los mercados primarios como bajo la forma de instrumentos derivados y secundarios, con márgenes crecientes de ganancia especulativa. En 2007-2008, justo antes de la explosión de la más reciente burbuja, por cada dólar de capitalización «real» se produjeron transacciones por un monto hasta siete veces superior: el capital pareció multiplicarse hasta por siete «como por arte de magia».

Incluso si el precio de mercado de los papeles financieros primarios representara con precisión los valores tangibles que supuestamente los respaldan (lo que obviamente no puede ser verdad, puesto que a partir de 1996 también la curva de capitalización de mercado supera la del PIB total del país), la maquinación especulativa «fabricó» siete dólares por cada uno. Y todavía después de la crisis, esa proporción seguía siendo de cerca de cuatro por uno. A escala global, se ha estimado que, entre 2007 y 2008, el valor de todas las operaciones de compra-venta habidas en todos los mercados de papeles financieros del planeta llegó a ser casi seis veces mayor que el PIB combinado de todos los países. Repetimos: ¡por cada seis dólares de papeles, había sólo un dólar de respaldo en bienes y servicios reales efectivamente producidos!

Este fenómeno ha cobrado semejante dimensión apenas en los últimos años, pero sus dinámicas fundamentales ya fueron conocidas por el propio Marx, quien dedica varios capítulos del tercer tomo de El Capital al estudio de los mecanismos financieros, y describe, aunque con brevedad, lo que él denominó «capital ficticio», que no es otra cosa que esa burbuja resultante de la especulación. Unos 20 años después de la publicación de esa obra, Lenin volvió sobre el tema en El imperialismo, fase superior del capitalismo, en donde señala que el distanciamiento creciente entre el capital financiero y las actividades productivas reales es una de las características decisivas del capitalismo avanzado. Pero entre los clásicos marxistas, es Hilferding quien estudia con mayor detenimiento el asunto del capital ficticio y la especulación en su libro El capital financiero, que volvemos a recomendar con insistencia.

(*)Director del Instituto de Estudios Políticos y Sociales «Bolívar-Marx»