jueves, 7 de febrero de 2013

ASI ES, ¿QUE QUIEREN GOBERNAR LOS PERREDEISTAS?

Bochornoso espectáculo

Las escenas del asalto al local principal del PRD, transmitido en vivo a través varios canales de televisión el pasado domingo, constituye un espectáculo que debe llenar de vergüenza a los perredeístas y a la clase política dominicana.
Las acusaciones de un grupo y otro culpándose de la balacera y el desorden del domingo, no es más que una excusa que no debe admitírsele a un partido llamado a jugar un rol de equilibrio de la democracia de coyuntura que vivimos los dominicanos.
Admitir que lo ocurrido el domingo constituye la 'característica' de vida política del PRD es irresponsable, toda vez que ese desorden puso en riesgo no solo la seguridad e integridad física de los que participaron en la refriega, sino también de comercios y mucha gente que vive en las inmediaciones.
Como también se puso en riesgo de muerte a no pocos militantes del PRD que acudieron al local de su partido inspirados en la confianza que debe motivar el liderazgo que les convocaba, para ejercer una actividad de la democracia.
El saldo de ocho heridos no debe quedarse como 'un lío entre compañeros de partido', ya que la exhibición pública del uso de pistolas, escopetas, metralletas y hasta rifles con miras telescópicas en la refriega de los perredeístas, constituye acciones que violentan las leyes y que deben ser sancionadas.
El chantaje del pepeachismo que el Gobierno tiene sus manos metida en la repetición de los desórdenes violentos del PRD no puede, por lo tanto, aceptarse como una causa que justifique el asalto violento que ese grupo propició.
La acción policial en el desorden rebozó la prudencia porque, realmente, el asalto al local, a tiros limpios, botellazos y pedradas demandaba una intervención contundente de la autoridad.
La prudencia policial evitó, sin embargo, que la refriega del domingo girara hacia acusaciones de intervención de la autoridad en un problema político-partidista, al punto que hoy la institución del orden es la garante de la preservación del local físico, seriamente destrozado por la turbamulta pepeachista que decidió ocupar el lugar, a sangre y fuego, como dijera el ex presidente Mejía y el secretario general Orlando Jorge.
Visto este panorama, entonces, si las relaciones entre Hipólito Mejía y Miguel Vargas son irreconciliables ya, que cada uno trille su camino, pero que lo hagan sin los grados de violencia desatados, ya que ni la familia perredeísta, ni la clase política, ni la sociedad dominicana tienen porqué pagar tanta irresponsabilidad